Aunque siempre hay quien espera al último momento, al finalizar la Navidad en La Bañeza ya se empieza a pensar en Carnaval. Los grandes carnavaleros, que en La Bañeza tenemos muchos, se convierten en los reyes del reciclaje y las manualidades para dar forma a esas ideas que llevan tiempo rondándoles la cabeza; poniendo en marcha las máquinas de coser de las que saldrán la media docena de trajes que lucen cada año, junto con cajas de cartón, cartulinas y cuantos cachivaches que, a todos nos pasan desapercibidos, a ellos le sirven para convertirlos en complementos del personaje que van a representar.
Nada más. Algo de maquillaje, en algunos casos, una peluca en otros y esas cosas sencillas que hay en todas las casas se convierten de la noche a la mañana en aderezos para dar vida a un tipo sencillo, a un bañezano popular, a una estrella de la tele, a un político o a un personaje anodino de esos que nunca nadie había reparado en ellos, pero recorren el desfile llamando la atención de todos los presentes y acaparan la atención de todas las cámaras por su originalidad y por ir tan metidos en el papel que representan que por un momento nos olvidamos de su verdadera identidad.
Luego (como nos pasa a todos los que innovamos…) ya vendrán de más allá o de más acá y les copiarán la idea, o la puesta en escena, o la ejecución del personaje o cuando cogen confianza les piden hasta los atributos utilizados, porque el “arte” de copiar cada vez está más extendido y nunca pasa de moda. En este caso los copiones ya no serán in, sino out. Pero estos carnavaleros de los que hablo, y que todos ustedes saben a quienes me refiero, nunca descansan, su mente piensa ininterrumpidamente en el carnaval y, de cualquier cosa crean un personaje digno del mejor carnaval, el de La Bañeza.
Meterse en su piel y representar el papel que combina con el aspecto exterior del personaje es fácil; sólo tienen que dejarse llevar por el espíritu carnavalero, exclusivo de La Bañeza, que se apodera de ellos en estos días y los transforma las veces que sea necesario, tantas como sus modistas particulares o las provisiones del baúl y la imaginación les permita. Y así surge el carnaval del sábado que cada año se supera en ingenio y creatividad, o los personajes por libre que estos ilustres carnavaleros sacan de casa cada uno de los días que duran las carnestolendas.
Y es que –sin querer copiar las palabras de Pedro Abajo en su última columna–, he de mencionar esa expresión que destaca por encima de todas las demás y sirve para dar nombre a ese nosequé que tiene el Carnaval de La Bañeza: “sentimiento carnavalero”; eso que corre por las venas mezclado con la sangre de todos estos fenómenos del disfraz. Estos monstruos que –sin necesidad de dar más pistas–saben que me estoy refiriendo a ellos, ellos están sobrados de ese sentimiento exclusivo, ellos son los auténticos IN de estas letras con Eñe.