Artículo publicado en la revista Pasión Nazarena 2009
El cortejo avanza alegre y entusiasmado por la calle del Reloj. La Virgen de la Soledad acude ansiosa a reencontrarse con su Hijo después de tres días de desoladora angustia. No sabe si será verdad lo que le han contado, que ha resucitado, pero su ánimo y el deseo de abrazarlo de nuevo la empuja a seguir adelante, hacia el punto de encuentro. Los hermanos que la llevan a hombros continúan con paso firme y en su corazón sólo hay un deseo: encontrar a Jesús Resucitado y demostrar la alegría que sienten.
La Virgen de la Soledad aguarda impaciente a que los dos hermanos se suban a su trono y con la destreza que les caracteriza, propia de la alegría, arrebaten el velo negro, símbolo del luto y el dolor, cambiándolo por otro blanco, de fiesta, de gozo. Cientos de hermanos y de bañezanos se dan cita en el lugar elegido para el esperado encuentro. Allí se encuentra ya, desde hace unos instantes, Jesús esperando impaciente a su madre para darle un abrazo; ha abandonado la urna de cristal en la que se encontraba la última vez que se vieron y, surgiendo de entre las flores, la saluda con amor.
Las bandas que acompañan a los dos séquitos tocan ahora al unísono una alegre composición. Es fiesta y la alegría se tiene que trasmitir a todos los presentes mientras las palomas demuestran su júbilo izando el vuelo al lado de María; también ellas celebran la fiesta de la Pascua. La Soledad, con su manto blanco y su vestido de fiesta, acompaña gozosa a su Hijo hacia la iglesia de Santa María. Al fin han terminado esos días de angustia y de dolor. Ahora, Madre e Hijo estarán, a nuestro lado, juntos para siempre.
El cortejo avanza alegre y entusiasmado por la calle del Reloj. La Virgen de la Soledad acude ansiosa a reencontrarse con su Hijo después de tres días de desoladora angustia. No sabe si será verdad lo que le han contado, que ha resucitado, pero su ánimo y el deseo de abrazarlo de nuevo la empuja a seguir adelante, hacia el punto de encuentro. Los hermanos que la llevan a hombros continúan con paso firme y en su corazón sólo hay un deseo: encontrar a Jesús Resucitado y demostrar la alegría que sienten.
La Virgen de la Soledad aguarda impaciente a que los dos hermanos se suban a su trono y con la destreza que les caracteriza, propia de la alegría, arrebaten el velo negro, símbolo del luto y el dolor, cambiándolo por otro blanco, de fiesta, de gozo. Cientos de hermanos y de bañezanos se dan cita en el lugar elegido para el esperado encuentro. Allí se encuentra ya, desde hace unos instantes, Jesús esperando impaciente a su madre para darle un abrazo; ha abandonado la urna de cristal en la que se encontraba la última vez que se vieron y, surgiendo de entre las flores, la saluda con amor.
Las bandas que acompañan a los dos séquitos tocan ahora al unísono una alegre composición. Es fiesta y la alegría se tiene que trasmitir a todos los presentes mientras las palomas demuestran su júbilo izando el vuelo al lado de María; también ellas celebran la fiesta de la Pascua. La Soledad, con su manto blanco y su vestido de fiesta, acompaña gozosa a su Hijo hacia la iglesia de Santa María. Al fin han terminado esos días de angustia y de dolor. Ahora, Madre e Hijo estarán, a nuestro lado, juntos para siempre.
3 comentarios:
Precioso post. Como siempre el final de la Semana Santa nos trae la gran esperanza con la que caminamos por esta vida: después del sufrimiento y dolor viene la alegría de la resurrección que ya será eterna.
Muy bonito MªAngeles. Pase a saludarte y desearte un feliz fin de semana.
Un abrazo
Al fin!!!!!!!!algo bello en la red.
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