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Un beso enorme para ti, Eva. Te deseo lo mejor; lo sabes…
23 años han pasado desde que mi amiga Eva y yo nos dejamos de ver. Supongo que ha sido la vida, la que nos ha llevado por derroteros distintos y sin dejarnos un número de teléfono o una dirección a la que mandarnos una postal por Navidad. Muchos recuerdos compartidos en más de diez años de bonita amistad.
No tengo ninguna duda de que ella se acordaría de mí muchas veces desde su nuevo lugar de residencia , yo me acordaba de ella cada vez que iba al pueblo y veía la casa de sus padres o a alguien de su familia; más o menos dos, tres o más veces al mes. Compartimos estudios, peleas, algún “amigo especial”, juegos, confidencias, secretos y sueños, malos y buenos momentos mientras íbamos despertando a la adolescencia y dejábamos de ser niñas para separarnos irremediablemente.
Una escueta visita para conocer a su sobrino, la trajo de nuevo a su tierra leonesa hace unos siete años y pudimos fundirnos en un abrazo al tiempo que nos contábamos algunas cosas de nuestras respectivas vidas, sin embargo, el escaso tiempo y la distancia habían hecho mella en aquella confianza y facilidad de contar nuestros secretos más íntimos. Nos despedimos sin teléfono, sin mail, sin correo postal…, a pesar de que la distancia que nos separaba era de escasos 200 kilómetros…
Hace unos días la vi. Había regresado sin billete de vuelta, para hacerse cargo de un negocio en una ciudad cercana que la mantendría ocupada por un tiempo indefinido. Debido a las prisas, sólo pudimos compartir un café y unas cuantas confidencias, pero las dos sabemos que hemos colocado un punto y seguido en nuestra amistad, que nos veremos a menudo y que la llama de la amistad seguirá encendida porque tenemos muchas cosas que compartir.
No tengo ninguna duda de que ella se acordaría de mí muchas veces desde su nuevo lugar de residencia , yo me acordaba de ella cada vez que iba al pueblo y veía la casa de sus padres o a alguien de su familia; más o menos dos, tres o más veces al mes. Compartimos estudios, peleas, algún “amigo especial”, juegos, confidencias, secretos y sueños, malos y buenos momentos mientras íbamos despertando a la adolescencia y dejábamos de ser niñas para separarnos irremediablemente.
Una escueta visita para conocer a su sobrino, la trajo de nuevo a su tierra leonesa hace unos siete años y pudimos fundirnos en un abrazo al tiempo que nos contábamos algunas cosas de nuestras respectivas vidas, sin embargo, el escaso tiempo y la distancia habían hecho mella en aquella confianza y facilidad de contar nuestros secretos más íntimos. Nos despedimos sin teléfono, sin mail, sin correo postal…, a pesar de que la distancia que nos separaba era de escasos 200 kilómetros…
Hace unos días la vi. Había regresado sin billete de vuelta, para hacerse cargo de un negocio en una ciudad cercana que la mantendría ocupada por un tiempo indefinido. Debido a las prisas, sólo pudimos compartir un café y unas cuantas confidencias, pero las dos sabemos que hemos colocado un punto y seguido en nuestra amistad, que nos veremos a menudo y que la llama de la amistad seguirá encendida porque tenemos muchas cosas que compartir.
Un beso enorme para ti, Eva. Te deseo lo mejor; lo sabes…
4 comentarios:
Una historia muy emotiva. Y es que hay amistades que sin verlas todos los días, sabes que nunca te fallarán.
AH, muchisimas felicidades, que llego un poco tarde.
Hola cielo una amistad como la vuestra siempre se lleva en el corazon
un beso
Hay amistades que perduran a pesar del tiempo. Hermosa la forma como has redactado esta tu historia con Eva.
Recibe un cordial saludo desde Berlín.
Ya ves, las vueltas que da la vida, después de tanto, a continuar y a hacer florecer denuevo vuestra amistad.
Un beso.
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