Artículo publicado en Ibaneza.es
No me acuerdo del enfoque que le di el pasado año al artículo sobre San Valentín, pero me lo imagino, porque sigo pensando igual, pero este año voy a dejar a un lado los motivos y me voy a situar en las formas y colores, dejando a un lado esa “obligación de regalar para demostrar calidad y cantidad en el amor”… Sigo pensando que el amor se demuestra todos los días sin tener que hacer un regalo comparable al cariño recibido a cambio.
Llevamos casi un mes rodeados de la propaganda de las tiendas de regalos, no solo esas que se han inventado el día, sino todas las grandes y pequeñas tiendas que se han ido sumando a la genial idea que les permita terminar febrero con saldo positivo, aún a costa de hacer creer a los enamorados que hoy se quieren más que ayer, solo por ser San Valentín o porque el menú tenga forma de corazón, que -después de todo- es más atractivo a la vista.
Que en tiempos de crisis hay que agudizar el ingenio no es ningún descubrimiento mío; todo el mundo sabe que en épocas de austeridad nacen grandes negocios gracias a las ideas que no nos queda más remedio que sacar de cualquier parte y poner en práctica. Surgen las manualidades, la costura, la decoración, la repostería casera… todo hecho de forma más o menos experta, pero eso sí, todo tiene que ser de color rojo y con forma de corazón.
Tartas, galletas, llaveros, marca páginas, cojines…, todo tipo de enseres y artilugios pululan por todas partes en un arrebato de ser el más original y el más copiado, pero todo, tenga la forma que tenga, acaba adoptando la forma de corazón. Las confiterías, las tiendas de regalos, los restaurantes, las floristerías… se llenan de corazoncitos para festejar al santo del amor, en el día del amor por excelencia.
Pasará la noche cargada de regalos, cenas, corazoncitos y promesas de alcoba y mañana, que ya habrá pasado la fiebre sanvalentinera, todo volverá a la normalidad. Ese amor desmedido -en muchos casos- volverá a la rutina y dejará las carantoñas y regalos obligatorios para el próximo San Valentín que, dicho sea de paso, ya es momento de ir contando los días y volviendo a mirar las vitrinas de las tiendas de regalos o las manos de las amigas, porque ya queda menos.
Llevamos casi un mes rodeados de la propaganda de las tiendas de regalos, no solo esas que se han inventado el día, sino todas las grandes y pequeñas tiendas que se han ido sumando a la genial idea que les permita terminar febrero con saldo positivo, aún a costa de hacer creer a los enamorados que hoy se quieren más que ayer, solo por ser San Valentín o porque el menú tenga forma de corazón, que -después de todo- es más atractivo a la vista.
Que en tiempos de crisis hay que agudizar el ingenio no es ningún descubrimiento mío; todo el mundo sabe que en épocas de austeridad nacen grandes negocios gracias a las ideas que no nos queda más remedio que sacar de cualquier parte y poner en práctica. Surgen las manualidades, la costura, la decoración, la repostería casera… todo hecho de forma más o menos experta, pero eso sí, todo tiene que ser de color rojo y con forma de corazón.
Tartas, galletas, llaveros, marca páginas, cojines…, todo tipo de enseres y artilugios pululan por todas partes en un arrebato de ser el más original y el más copiado, pero todo, tenga la forma que tenga, acaba adoptando la forma de corazón. Las confiterías, las tiendas de regalos, los restaurantes, las floristerías… se llenan de corazoncitos para festejar al santo del amor, en el día del amor por excelencia.
Pasará la noche cargada de regalos, cenas, corazoncitos y promesas de alcoba y mañana, que ya habrá pasado la fiebre sanvalentinera, todo volverá a la normalidad. Ese amor desmedido -en muchos casos- volverá a la rutina y dejará las carantoñas y regalos obligatorios para el próximo San Valentín que, dicho sea de paso, ya es momento de ir contando los días y volviendo a mirar las vitrinas de las tiendas de regalos o las manos de las amigas, porque ya queda menos.
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