sábado, 15 de marzo de 2008

La calle de la Amargura

Artículo publicado en la revista "Pasión Nazarena"

La pasada Semana Santa, durante la procesión del Encuentro de Jesús Nazareno con Nª Sª de la Soledad, el párroco hizo una alusión a una supuesta calle de la que muchas veces hablamos, pero que no la hemos recorrido. Se trata de la calle “de la Amargura”. Enseguida vinieron a mi mente situaciones en las que se emplea esa expresión para denominar desgracias, pesares o malos momentos... Traer algo o a alguien “por la calle de la Amargura” no tiene mucho que ver con la imagen de la Virgen con ese nombre que en La Bañeza se admira y se lleva en procesión el miércoles Santo.
La Virgen de la Amargura, preciosa imagen de la pena ante la muerte de su Hijo, nos hace ser partícipes de ese sentimiento que ella vive; de su pena por el dolor de su amargura. Las lágrimas que se deslizan por sus mejillas y que nos hace pensar en otra virgen andaluza. Las manos en una actitud de enjugarse dichas lágrimas, sus ropajes ricamente adornados aumentan su belleza, el color verde de su manto realza la luminosidad de su rostro.
Sus “otros atuendos” no nos hacen pensar en una “calle de la Amargura”, sino en un jardín esplendoroso donde cientos de flores parecen brotar de la tierra para ella, la miran, la veneran… la blancura de los gladiolos y la majestuosidad de las rosas parecen emerger del trono para acompañar a la Virgen en su recorrido haciendo su belleza todavía más espectacular.
Las velas encendidas dando luz a todo el conjunto y anunciando a los miles de acompañantes que esperamos con fervor al cortejo, que la Virgen de la Amargura está llegando por cualquiera de las calles preparadas a tal efecto sin ser “la calle de la Amargura” Los cientos de cofrades encapuchados portando el trono de su señora al ritmo de los acordes de la banda de tambores y cornetas hace que todos los presentes enmudezcamos por la emoción.
¡Qué guapa! -dicen unos- ¡Qué flores tan bonitas! -dicen otros- al tiempo que cientos de flashes se disparan para inmortalizar en sus cámaras ese instante en el que los hermanos se acercan con ella por las calles bañezanas, en dirección a la capilla para guardarla hasta una próxima ocasión.
Todos quieren llevarla a hombros; las varas se quedan cortas para acoger a tantos hermanos y muchos de ellos tienen que esperar a otro año para ver cumplido su sueño. Todos han ensayado los pasos a seguir para que la virgen insignia de N.P. Jesús Nazareno luzca radiante. Todos se mueven al mismo compás y la calle se llena de espíritu semanasantero al paso de la Amargura, que no por “la calle de la Amargura”
Una labor de documentación llevada a cabo hace unos meses, me recordó que allá por el año 1995 los bañezanos pedían una calle con el nombre de esta Virgen al conmemorarse, el 25 de marzo de ese año, el 50º aniversario de la llegada de la imagen a la ciudad. Una sonrisa se dibujó en mi cara en ese mismo instante al pensar en lo curioso del nombre, en lo que supone vivir en la calle de la Amargura, y en las personas que se decidieran a hacer allí su casa y poner su dirección en los documentos. Porque, seamos realistas, el nombre despertaría bastantes situaciones curiosas.