lunes, 23 de diciembre de 2013

Esta Navidad regala un DIY

Artículo publicado en Ibañeza.es

Es curioso recordar como hace años todo lo que se hacía en casa, bien por uno mismo, o por aquella tía que tenía cierta habilidad con la costura era considerado como algo burdo, tosco y sin encanto. Rápidamente se le colocaba la etiqueta de “se nota que es casero”, con un tono despectivo y dando a entender que por el simple hecho de estar hecho a mano, aquel artículo que a primera vista resultaba original o atractivo dejaba de ser bonito y pasaba a ser considerado un objeto de segunda.

En cambio, en pleno siglo XXI y tal vez provocado por la crisis que ha vuelto a poner de moda esas viejas costumbres de hacer las cosas uno mismo y ahorrar algunas monedas, quienes tenían esas habilidades pasaron a ser admirados y en cierto modo envidiados por quienes no sabían más que cambiar una bombilla, pero aquello del “acabado casero” se seguía dejando entrever cuando había que evaluar alguna de aquellas reliquias con olor a naftalina y con un historial de agotamiento de paciencia y demasiadas horas de trabajo.

Hasta que llegó la moda del DIY –para los ajenos a este mundo modernil, “do it yourself”, hazlo tú mismo- que llegó casi de la mano de la regla de las tres erres (reducir, reciclar, reutilizar). Así el hecho de transformar un pantalón viejo en una falda nueva, de volver a dar vida útil al viejo jersey con unos simples cambios, o de hacer bisutería con botellas de plástico, anillas metálicas o cápsulas de café, comenzó a ser visto con otros ojos: los ojos de la modernidad, la ecología o la exclusividad. Así fue cómo las estanterías se llenaron de artesanía y de materiales para dar vida a todo lo imaginable.

Pero como para imitar a la costurera de la tele hace falta mucho más que una máquina de coser, unos útiles de costura y un par de manos, sólo hay dos formas para hacerse con un artículo procedente de un DIY: buscar uno a la medida de la habilidad personal en los tutoriales y clases prácticas que pululan por la red, o adquirirlo ya hecho en algún mercadillo, aprovechando el tirón que tiene lo vintage y la variedad de artículos para elegir y, en la medida de lo posible, adjudicarse el mérito de su creación.

Y en estas fechas en las que el hecho de regalar algo es casi una obligación, una buena idea puede ser esa: hacerse con uno de esos –casi- exclusivos objetos que se exhiben ante el público o ponerse manos a la obra delante del ordenador a las órdenes de la última gurú con desparpajo que dice ser experta en asuntos de esta índole, armarse de paciencia y esperar a ver qué sale. Quizás esta Navidad sea el momento de regalar un DIY.

viernes, 11 de octubre de 2013

… Y aunque sea entre líneas, todo está en el cartel


Imagen de http://www.ecologistasenaccion.org/article15811.html 
Artículo publicado en http://www.ibaneza.es
Antiguamente el cartel tenía un cometido muy distinto al que conocemos en la actualidad; y yo, aunque tenga que echar la vista atrás, me quedo con esos que dejaron de ser soportes meramente informativos para convertirse, de repente, en objetos de arte. Siempre me gusta buscarles “algo de eso que no está escrito”. Algunos tienen el poder de sobrevivir en la memoria al paso del tiempo, otros poseen un importante cometido más allá de la función para la que fueron creados, como el boceto que hizo posible la estatua del Carnaval.
Y es curioso que en momentos como los que estamos viviendo, en los que parece que todo está inventado, visto, dicho y colgado en internet, aparezca un cartel de esos que todavía tienen la capacidad de sorprendernos y consigue captar la atención de todo el que se tropieza con él; un cartel que tiene el poder de perdurar en el tiempo, o de que se cuele en el recetario de un maestro pastelero para terminar convertido en tarta.
En cambio hay otros carteles que pasan sin pena ni gloria. Anuncian el evento y a los pocos días ya nadie lo recuerda; nada que ver con esos que traspasan la frontera del tiempo y permanecen inalterables en la memoria de aquellos que han tenido el privilegio de observarlos. Esos carteles que dicen mucho más de lo que muestran, aunque no falte quien no vea más que lo que el cartel enseña libremente, y más allá de la imagen y esas pocas letras que informan, se esconda mucho más de lo que el autor ha querido mostrar.
Cada cartel cuenta una pequeña historia en la que el autor nos quiere hacer partícipes de todo lo que se pasa por su imaginación mientras le da vida para conseguir captar la atención y ejercer esa función informativa para la que en principio es creado. Los que tenemos el privilegio de admirarlo somos meros espectadores de esa imagen que decora las paredes y viaja por las redes sociales a gran velocidad… Y aunque no siempre nos llama la atención más allá de su mensaje escrito un buen cartel es mucho más. Sabe transmitir su mensaje a través de la imagen sin necesidad de utilizar demasiado texto, dando por válido el dicho aquel de que “una imagen vale más que mil palabras”, aunque los que tenemos el vicio de escribir sigamos siendo partidarios de las letras.
Resumiendo: carteles, lo que se dice carteles hay miles, pero un buen cartel tiene mucho más que tinta; los buenos gozan de un interesante poder de seducción. Tienen impreso más allá de lo visible una gran trayectoria artística, una historia escondida entre los trazos que lo componen, un pedazo del alma de su autor que, entre pincelada y pincelada deja entrever algo de lo que esconde en su interior, una voz sorda y silenciosa que grita todo aquello que lleva dentro, pero aunque sea entre líneas, todo está en el cartel.

domingo, 30 de junio de 2013

Tres décadas sin trenes; un futuro de color verde

Artículo publicado en Ibañeza.es
Hace unos días se dio a conocer una de esas noticias que a primera vista me gustan; y es que a veces -pocas, la verdad- los políticos hacen algo bueno y es en esos momentos en los que -haciendo las debidas excepciones, no nos vayamos a engañar- he de reconocer que su papel es necesario. Así, de vez en cuando, demuestran que trabajan y se ganan el sueldo que cobran y nos sorprenden con algo distinto a recortes, subida de impuestos o ideas descabelladas que, con todos mis respetos, de esas están ‘sobraos’.

Y aunque este tema me da la sensación que es de los que le gustan a nuestro querido Polo, al que le mando un abrazo (de los grandes), no he podido evitar echarle mano aprovechando que no todos los días se levanta uno con una noticia de este tipo en las que dan ganas de felicitar a quien ha tenido la idea después de rizar el rizo durante años, haciendo campañas electorales con la promesa de su reapertura y de prolongar innecesariamente la agonía de un trazado que llevaba casi treinta años condenado a muerte.

Cuando hace algo más de un año nos sorprendía Ibañeza.es con la noticia del expolio que estaba sufriendo parte del trazado de la Ruta de la Plata, la idea de volver a ponerla en marcha quedaba un poco más lejos, aunque los ecos de las promesas del último presidente del gobierno estuvieran presentes en la mente de cuantos soñaban con verla funcionando de nuevo, la realidad volvía a imponerse una vez más a ideas, sueños o promesas, por muy bonitas que fueran. Con la situación económica que estaba sufriendo el país, lo de volver a colocar los raíles robados y convertidos en chatarra, como que no era viable.

El caso es que en el terreno económico, posiblemente la reapertura de la Ruta de la Plata hubiera sido un buen empuje para las ciudades que atraviesa, entre ellas La Bañeza, pero está visto que no va a poder ser, por lo tanto no nos queda otro remedio que ilusionarnos con la posibilidad de reconvertirla en vía verde y hacernos a la idea de que a la estética y al turismo de la ciudad le sentará mucho mejor.

De este modo, en un futuro en el que dejaremos de soñar con ver de nuevo la vieja Ruta de la Plata para el transporte de mercancías y viajeros, con el fin de impulsar la economía, empezaremos a pensar en la esperanza de color verde de un camino natural, con el paso de peregrinos recorriendo la Vía de la Plata, con un nuevo carril bici, con árboles, jardines y quedará para siempre en nuestra memoria el lejano pitido del tren.

sábado, 13 de abril de 2013

Día del beso





Me hace mucha gracia eso de que se tenga que celebrar “algo” en determinado día. Siempre me he metido mucho con San Valentín –y en este blog sois testigos de ello-, porque prefiero celebrar el amor cada día y no el día que deciden las grandes superficies. No entiendo que hoy, por ser el día D, sea diferente a ayer que no lo era, pero como parece ser que todos los días y a todas las situaciones hay que dedicarles un día, tenemos días de todo tipo y para todos los gustos.
Pues, cuál será mi sorpresa que andaba yo facebookeando y me encontré con la novedad de que hoy, 13 de abril, era el Día Internacional del beso… [….] así me quedé yo… atontá. El caso es que me acordé de mi blog recientemente (prometido) reinaugurado y decidí ponerme manos a la obra a escribir sobre este tema tan, tan, tan… tan de actualidad, teniendo en cuenta que hoy es 13 de abril, Día Internacional del Beso. (Me imagino que sólo de los besos de película, o de besos en general; a saber).
Rápidamente me puse a buscar en internet de qué iba todo eso del día del beso y me encontré con que “ese beso” que dio origen a toda esta historia fue un beso ¿he dicho beso?, no, beso no, superbeso que duró 46 horas, 24 minutos y 9 segundos… ahí es nada; de lo que no me pude enterar es de quienes fueron los autores que fueron capaces de estar ahí pegados tanto tiempo, pero eso es otra historia.
Y teniendo en cuenta que se deben celebrar esos días D y los múltiples beneficios para el cuerpo y la mente que puede proporcionar un buen beso, yo me pregunto: ¿dónde andará mi príncipe azul que no está aquí para darme uno de esos besos dignos de entrar en el Guiness?

domingo, 31 de marzo de 2013

Ni fallos meteorológicos, ni brujas, ni adivinos; este tiempo está loco


Artículo publicado en Ibañeza.es
A raíz de mi artículo publicado en la última edición de la revista Pasión Nazarena, han sido muchas las menciones que he tenido con amigos y conocidos sobre el recurrente tema de la lluvia y, de forma indirecta ha sido la lluvia y las alusiones a la misma los que me han proporcionado el tema de esta columna, por si viene al caso. En el citado texto –para quienes no hayan tenido ocasión de leerlo- hablo sobre el tema de la lluvia que ya parece ser un clásico de la Semana Santa. Las tres últimas han estado pasadas por agua y -a lo largo de ésta- nos ha demostrado que es juguetona y le gusta “llevar la voz cantante”.

Días antes de dar comienzo a la Semana Santa mientras charlaba con Luis Santos -siempre en plan de guasa-, me comentó algo acerca de mi “fijación” con la lluvia, ya que no era el de este año el único artículo de Pasión Nazarena en el que mencionaba “el terror de las procesiones”. La conversación avanzó por distintos derroteros -siempre relacionados con la lluvia y las adivinaciones- hasta que llegamos a la época en la que las brujas -o sospechosas de serlo- eran detenidas y quemadas en la plaza pública; algo muy común en mujeres con un estilo parecido al mío y con dotes -que, más quisiera yo tener- de adivinación.

Rápidamente vi en sus ojos un brillo sospechoso y a ambos nos asaltó una risa malévola. El caso es que sin mediar palabra uno supo lo que pensaba el otro. -Ah, no, no- dije yo: para mí no mires. –No, no, dijo Luis- antes que tú deberían pasar muchos y muchas por la hoguera, así que tú tranquila, mientras que seguíamos riéndonos por la ocurrencia de no se sabe quién de los dos. Yo me quedé con la coletilla y, en otros ambientes, no pude evitar contarlo para hacer una gracia, mientras que decía “que me van a echar a mí las culpas de la lluvia”.

Días después, no he dejado de tenerlo en mi mente, como posible candidato a mi próxima columna -por variar un poco y no hacer un resumen de la Semana Santa así, a palo seco- o diciendo lo bonitas que están las imágenes adornadas con las flores, o que las túnicas son demasiado cortas, o los looks de… no, eso no. Eso ya lo digo todos los años y si de algo me gusta pecar, es de innovadora y no ser repetitiva; este año me apetecía enfocar mi artículo semanasantero de otra forma y la tengo gracias a mi conversación con Luis.

Pero ahora, después de cotejar datos de la tele, del tiempo por horas, de lo que decían por ahí y -lo más importante- de mirar continuamente al cielo, he llegado a la conclusión de que no solo no tienen nada que ver mis “predicciones”, sino que las de los expertos también han sido lo suficientemente erróneas para que los días que predecían lluvias, saliera la procesión sin problema y los días que aseguraban que no llovía, llegaran los braceros corriendo a la capilla. En fin, que me cuesta mucho creer que los avanzados sistemas meteorológicos fallen, mucho más que sea cosa de brujas o adivinos -eso era el recurso fácil para el chiste-; la realidad va a ser que el tiempo está loco.

martes, 26 de marzo de 2013

Ayer me dio un arrebato de nostalgia y recordé de repente este blog abandonado. -No puede ser- me dije. Hace unos años actualizaba una o dos veces por semana y era como ese cuaderno donde escribía todo lo que no podía decir de viva voz. Vosotros, mis seguidores, érais como esos amigos invisibles que a cualquier hora estábais ahí para saludarme y comentar alguna de mis historias. Yo entraba en vuestras "casas" en cualquier momento para dejar mi saludo, con la certeza de que era bien recibida. Así creamos una especie de tertulia que poco a poco hemos ido dejando en el olvido.
Pero llegó el momento de las añoranzas y he decidido desempolvar el mantel, las tazas, las pastas ...y la ironía, para volver a estar aquí. No pienso prometer nada que luego no lo cumplo (que me conozco), pero la idea es seguir actualizando este blog -como si no hubiera pasado nada-, dándole un pequeño giro y tratando de ser un poco más fiel que los últimos años que-por cierto- no he publicado nada desde hace más de un año y eso no puede ser.
Algunos que seguís mi trayectoria por Facebook, ya lo sabéis, pero para todos los demás, deciros que escribo una columna de opinión en un periódico digital: ibañeza.es y ahí me podréis encontrar. De hecho he compartido alguna de ellas en este blog, pero últimamente he dejado de hacerlo sin darme apenas cuenta. En fin, que no pienso prometeros nada, pero que intentaré ser un poco más constante. Al fin y al cabo, este blog ha sido mi vía de escape durante un largo periodo de mi vida y quiero seguir conservándolo, y con él, a todos vosotros.
Hasta pronto.