domingo, 17 de agosto de 2008

Latas con encanto

Una vez me dio por coleccionar latas; latas de cola-cao con el sabor de aquellas latas en las que las abuelas del siglo pasado guardaban los hilos; a mí siempre me llamaron la atención. Otras latas con galletas o caramelos que me impresionaban más que las propias galletas; una vez que las últimas, las que nadie come, ya revenidas habían ido a parar a la bolsa de la basura o al plato del gato, lavaba la lata y era yo quien la rellenaba con hilos o alfileres, como mi abuela. Adorno sí, pero funcional.
Adquirí ejemplares de distintas latas en muchas tiendas y lugares hasta que ocupé demasiados rincones de la casa y me empezaron a cansar. Llené unas con hilos, otras con cremalleras, otras con botones y poco a poco todo mi ajuar costurero quedó perfectamente ordenado dentro de aquellas deliciosas latas que un día habían llamado mi atención. Pasaron los años y las fui colocando casi todas dentro de un armario donde guardo los útiles de la costura. Ahora viven en la sombra.
Aquella manía de coleccionar latas se me había pasado. No compré más, pero las tengo todas guardadas, como quien tiene un tesoro. Eran latas originales, especiales para mí, eran latas con encanto; ahora que esconden objetos de lo más variopinto, siguen siendo latas con encanto.