miércoles, 31 de diciembre de 2008

Otro 31 de diciembre más

Otro 31 de diciembre más y ya van… ¡Buf! Demasiados para recordarlos todos. Sin embargo cada fin de año suelo hacer inventario de los mejores momentos del año en curso mientras cocino algunos manjares con los que terminar el año. He tenido fines de año alegres, tristes, felices, me imagino que a todo el mundo le suceda igual. Llamadas telefónicas de amigos y familiares, SMS, cena, brindis y las uvas de la suerte serán los finales de año de la mayoría de los mortales. Nada distinto. En cada casa se repite la misma historia.
Si yo tuviera que elegir un acontecimiento de mi vida relacionado con un fin de año, no sabría decir. La cuestión es que cada fin de año me entra la nostalgia por el tiempo vivido y por las situaciones pasadas y no puedo evitar hacer un pequeño repaso de mi vida. Algo así como un rápido vistazo a mi diario mental, a la hemeroteca de mi vida cargada de años y situaciones de todo tipo.
Es el día de soñar, de pedir deseos para el año que empieza y de pedir un año “algo mejor que el que termina”; somos egoístas y siempre pedimos algo mejor, que vivamos mejor, que nos toque la lotería, que encontremos un amor, que seamos más felices, que mejoremos en el trabajo. Es el día de los deseos que, muchas veces sabemos de antemano que no se cumplirán pero año tras año seguimos pidiendo: “por no pedir… que no quede; ¿Y si la suerte se equivoca y me toca a mí? Con lo mal que lo he pasado… ya es hora de que me toque algo bueno”
Al final siempre terminamos diciendo lo mismo: “que no me ponga peor de lo que estoy” y nos conformamos con lo que nos toca vivir, sin embargo seguimos confiando en la suerte, en la magia de la Navidad para seguir soñando, para seguir escribiendo en nuestra imaginación el futuro que nos gustaría vivir. Intérpretes por un día de nuestros sueños. Las burbujas y la magia nos permiten terminar el día con un papel protagonista en el teatro de nuestra vida.

sábado, 27 de diciembre de 2008

El reto de gastar más

Imagen de lavidanopuedeesperar.cl
Lástima que esta historia sea ficticia pero tenga algo de real.


Erase una vez una ciudad en la que su forma de gobernar era fomentar el consumo en las épocas de crisis. Mientras en el resto de ciudades felicitaban la Navidad a sus vecinos con deseos del tipo “Navidades en familia”, “fechas entrañables”, “deporte y diversión para todos” o “el belén viviente del ayuntamiento felicitará la Navidad”; en Gastilandia no se les ocurrió otra forma para desear felices fiestas a sus vecinos que colocar en el periódico local un titular que incitaba al consumo compulsivo, al despilfarro: “El reto: gastar 6000 monedas en un sólo día”.
Los vecinos, asustados ante una idea tan descabellada, se preguntaban unos a otros el cometido de aquel comunicado oficial. Nadie sabía responder. Sólo Flor, la periodista fue capaz de aclarar el contenido de la noticia que había asustado a los habitantes de Gastilandia y había disparado su imaginación y hecho tambalearse su precaria situación económica debido a la crisis por la que atravesaba el país. Flor, acompañando al gobernador de la ciudad, convocó a todos los habitantes para contarles los pormenores de aquel desafío.
Los habitantes de Gastilandia se congregaron en la plaza del castillo para escuchar aquel disparate. Flor, que tenía más facilidad de palabra que el gobernador (el gobernador era algo corto de mente y escaso de lenguaje) expuso la situación en pocas palabras. “Nuestros comercios se están quedando sin clientes porque todos vamos a comprar a las grandes ciudades; para evitarlo se nos ha ocurrido que todos los ciudadanos tienen que gastar 6000 monedas como mínimo, en un día. A cambio recibirán una papeleta para un sorteo. El ganador de ese sorteo se llevará como premio un diploma al ciudadano ejemplar y una medalla de honor. Los comercios de la ciudad entregarán además un vale por un fin de semana con Papá Noel.”
La gente, encantada, comenzó a despilfarrar su dinero comprando regalos para todos sus conocidos y todo tipo de artículos que vendían en los comercios locales, para conseguir estar entre los compradores con las cifras de consumo más altas y tener más posibilidades de conseguir el premio. No pensaron en que sus cuentas bancarias se estaban quedando en números rojos, ya que debido a la crisis sus negocios fracasaban, sus ingresos eran cada vez menores y muchos de ellos se habían quedado sin trabajo.
No pensaron en la cuesta de enero ni en los meses venideros, sólo pensaban en aquel titular del periódico y en aquellos cartelones que incitaban al consumo sin pensar si se lo podían permitir o no. No pensaron en la auténtica esencia de la Navidad, creyeron que sólo serían felices adquiriendo productos innecesarios con el fin de conseguir el ansiado premio. Convirtieron así unas fiestas familiares en unas fiestas consumistas, con un fingido aspecto de aristocracia, con un estatus que no corresponde, con un nivel de vida que no se les adapta, con un estilo y un saber estar que no aprendieron en casa pero vieron en la tele.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Fin de semana de "maruja"

Este fin de semana pensaba dedicarme a recorrer algunas carreteras de esas en las que no me suelo encontrar a ningún personaje “non grato”; hacer unos cuantos cientos de kilómetros por lugares de los que a mí me gustan; es decir: perderme por ahí, yo y yo misma a buscar inspiración lejos del mundanal ruido, lejos de los que te miran por encima del hombro o por debajo de la falda; lejos de aquellos a los que parece que les debes algún tipo de explicación porque siempre están pendientes de todo lo que te rodea; en una palabra: lejos.
Sin embargo, cuando el sábado acabé mi jornada laboral, allá a la una del mediodía, me dio por echar un vistazo a la página del instituto de meteorología alarmada por un compañero de trabajo y el miedo se empezó a apoderar de mí, al ver el porcentaje de probabilidades de nieve que se estimaban en aquel lugar al que yo me disponía a partir. Sólo se me ocurrió hacer una llamada para cancelar la reserva que había hecho con la debida antelación y posponer el soñado fin de semana para otra ocasión. En ese momento mis planes se rehicieron: tenía dos opciones: aburrirme o quedarme en casa a hacer de maruja.
Tanto me inspiré con el plumero y la fregona que se me pasó el fin de semana sin darme cuenta de que tenía abandonado el blog, como siempre. Ahora, cuando enciendo el ordenador para enterarme de cómo va el mundo bloguero, me doy cuenta de que podía haber dedicado menos tiempo a mis quehaceres de ama de casa y un poquito a mis musas; así que no se me ha ocurrido nada más que contaros mi fallido fin de semana por causa de la nieve. Y es que aquí, en León, es tan habitual la nieve, que no espera ni a que llegue navidad.

martes, 9 de diciembre de 2008

Mi libro “Atrapando versos”


Llevo muchos años viendo el mundillo de la literatura y la edición como algo que no estaba al alcance de cualquiera. Cientos de poemas, relatos, cuentos y algún que otro principio de novela corta que no llegó a pasar ni siquiera mi propia censura, terminó escondida en un archivo Word, en lo más recóndito de alguna carpeta y alojada en uno de aquellos primeros cedés que compré libres de canon. Algunos traspasaron las barreras de internet y se colaron en mi blog “El rincón de las historias”.
Nunca pensé en publicar aquellas tonterías en las que invertía algunos ratos libres hasta que dejé husmear en mis archivos a alguien que conocía los entresijos de este mundo tan complejo e interesante. La primera vez que publiqué algo, fue en el periódico local, animada por el entonces editor y así, poco a poco quité la vergüenza aquella de la primera vez. Seguí publicando mi columna de opinión irónica con bastante regularidad y al poco tiempo me propusieron participar con dos poesías temáticas en un libro colectivo, lo cual supuso mi puesta de largo en un lugar muy querido para mí.
Al año siguiente otro, y otro y otro más y así llevo unos cuatro años participando en la colección “Versos a Oliegos” entre los grandes; ya que en esas colecciones figuran nombres como Antonio Colinas, Eugenio de Nora o Tomás Álvarez. Después participé en concursos en alguno de los cuales he resultado ganadora, en otros finalista y en la mayoría una más, pero que todos ellos me han hecho “crecer” y quitar el miedo a contar historias.
Hoy, animada por una persona que me admira y que de esto sabe mucho, me he decidido a vencer el miedo y he sacado a la calle mi primer libro sola. “Atrapando versos” recopila mis primeras poesías en las que divago por muchas situaciones de la vida misma. Los sentimientos tienen un gran protagonismo, así como los sueños esos que ya de antemano sabemos que no se cumplirán pero hacen suspirar muy a menudo. Alguna que otra vivencia propia y mucha fantasía e imaginación recorren las casi cien páginas en las que dejo entrever algo de mí; no mucho.
Al ver mi libro en el taller, listo para sacar a la calle, me he sentido extraña pero feliz. He cumplido uno de los objetivos que acaricié toda mi vida: escribir un libro. Mi primer libro. Ahora que he roto el hielo y he superado el miedo a la primera vez, supongo que empezaré a desempolvar los rincones del ordenador donde se esconden otros muchos bocetos y trabajos que algún día me decidiré a compartir con el resto del mundo.