sábado, 21 de febrero de 2015

La esencia del carnaval es ser bañezano

Con el paso de los años y los carnavales vividos en La Bañeza he descubierto la clave del éxito del carnaval bañezano, ese éxito que hace que año tras año triunfe, siga sorprendiendo y sobresalga por encima de los demás; que no conozca la crisis, y que cada día, cada rincón y cada carnavalero muestre un retazo de que la esencia de “ese nosequé” que hay más allá del carnaval está aquí, en La Bañeza, mientras que desfiles, carrozas, comparsas y disfraces comprados hay en muchas ciudades.
En La Bañeza hay algo que otros no tienen: la esencia del carnaval. Hace años, cuando estaba prohibido y había que camuflarlo con el título de ‘Fiestas de invierno’, eran muchos los que escapaban de la autoridad y se pasaban las normas por alto para correr el carnaval; nombres en mayúsculas como el de La Charra, Kike Java, Nuri, Polo Fuertes, Olimpia, Encarna, son los que me vienen ahora mismo a la mente como ‘maestros’ de esta nueva hornada que ha cogido el testigo y prometen tener cuerda para rato.
O estos otros, con tantas –o más– mayúsculas, como Sergio, Fernando, Toño ‘Taba’, Jose Bécares, Posada, Nano, Toño Moratinos, Montse y muchos más que se me olvidan, que cuentan con más medios para llevarlo más lejos, mientras preparan media docena de personajes por edición con los que recorren las calles de La Bañeza. Familias al completo, como la de Olimpia, Taba, y otras muchas cuyos miembros –juntos o por separado– enseñan a bañezanos y forasteros qué es eso que tiene el carnaval de La Bañeza para haber conseguido una declaración de Interés Turístico Nacional, sin dar premios y sin aprender pasos de baile para crear una coreografía con la que llamar la atención en el desfile.
El bañezano no se disfraza para competir por un premio, porque a diferencia de otros carnavales –que quieren, pero no pueden– aquí no hay premios que constituyan su mayor atractivo. El bañezano lo hereda, lo mama, lo vive y lo demuestra cada año con esa retahíla de personajes que a lo largo del año van ideando y dando vida o que de repente improvisan abriendo el baúl donde están descansado todos esos personajes y, con unos pocos accesorios y un folio con una breve aclaración, se convierten en eso que a nadie se le había ocurrido transformar en un disfraz.
El carnavalero de La Bañeza trata de sorprender, de ser original, de llenar el centro de la ciudad de parodias y de meterse en el papel por unas horas mientras que está pensando ya en otro personaje para el día siguiente, ya que tanto el personaje, como el papel a representar nada tiene que ver con el anterior. Pero, atención a los copiones –que en todas partes y todos los ámbitos sobran– lamento decirles que el Carnaval de La Bañeza no admite imitaciones. Es genético, se nace con él, se lleva en las venas. La Bañeza tiene ese “nosequé” que lo hace único, inimitable.

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